23 septiembre, 2009

El dinero.. ¿todo lo puede?







La pregunta de si el dinero lo compra todo, ¿también se refiere al uso del poder que el dinero lleva consigo? Es decir: ¿el poder lo compra todo? Una respuesta es sí, ha comprado históricamente bienes, personas, conciencias y últimamente quiere comprar aquellas cosas que son lo más esencial de nosotros, aquello que nos hace diferentes a los demás, aquello que nos da una identidad diferenciada del resto.
Las cosas cotidianas son las que nos hacen individuos diferentes, tan diferentes como pueden ser dos personas con idiomas distintos, gustos culinarios diversos y disímiles modos de vida. Por estas diferencias somos lo que somos, y luchar para que estas diferencias sigan existiendo no sólo significa protegernos a nosotros mismos sino proteger a los que son diferentes de nosotros, ya que gracias a la interacción con ellos somos lo que somos.
Las formas de hacer, de ser y de pensar son propias de cada cultura; las hacemos nuestras y son parte inseparable de nuestra idiosincrasia. A partir de ellas nos podemos relacionar con los demás y podemos integrarnos en un conglomerado mayor, como el caso de la Unión Europea, cuya máxima riqueza es su diversidad lingüística y cultural. Aceptar una moneda común y una legislación común hacen parte de la realidad a la cual estamos dispuestos a ceder en aras de un bien común, pero siempre respetando nuestra individualidad.
Defender la cultura es defendernos a nosotros y fundamentalmente a aquellos que nos permiten serlo. Dejar la cultura en manos de industrias que tienden a la estandarización de los productos es otorgar un certificado de defunción a corto plazo -en términos temporales humanos- a la diversidad cultural, o en otras palabras, es simplemente matarnos culturalmente, cometer un suicidio colectivo.
Los bienes culturales por más que podamos comprarlos o venderlos no son una mercancía, no son un bien como puede serlo un auto, una PC (ordenador) o cualquier otro artículo o servicio de esas características. Un bien cultural es parte nuestra, y no me imagino a un italiano siendo como es sin su historia cultural, sin sus platos típicos, sin aquello que lo hace ser italiano en la vida cotidiana.
La lista podría ser interminable, pero lo único que puedo agregar es que intelectuales y artistas de América, Europa, África, Asia, Oceanía y Oriente se han unido a las miles de voces que alrededor del mundo luchan porque la cultura siga siendo un bien de muchos y no un privilegio de pocos.

Por Gustavo Mario de Lara

http://www.omni-bus.com/n2/dinero.html

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